Después de dar una vuelta a la muralla, que da la vuelta a gran parte de la ciudad, me senté en una gran estatua en el medio de una amplia plaza. Estuve sentado unos cuantos minutos, de repente sin darme cuenta, se sentó al lado de mí un curioso chaval abulense, de aproximadamente mi edad, pidiéndome pipas. A los pocos minutos empezaron a llegar más y más abulenses, y chavales negros, todos ellos hablando conmigo y pidiéndome pipas. Pensé que querrían atracarme o algo parecido, debido a que en la película que había visto, había una escena similar. Uno de ellos se me acerco, mirándome como si fuese una especie de marciano, y me pregunto de qué país era. Me dijeron que por la noche fuera con ellos de juerga.
Los chicos fueron muy simpáticos, lo que me hizo sentir mal, por lo que había pensado de ellos anteriormente. Nunca hay que juzgar nadie sin antes conocerle.
Juan C.
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